 El pasado 25 de Noviembre fue el día    contra la violencia hacia las mujeres y me vino a la cabeza la rocambolesca    historia de mi vecina. Usaré un nombre ficticio para ella y la llamaremos Bety. La pobre Bety, tras 17 años de matrimonio ahora anda diciendo que ella    siempre ha estado secuestrada por su marido, pero claro, nadie que los conozca    la cree. Pobre mujer. Está fatal.
 
El pasado 25 de Noviembre fue el día    contra la violencia hacia las mujeres y me vino a la cabeza la rocambolesca    historia de mi vecina. Usaré un nombre ficticio para ella y la llamaremos Bety. La pobre Bety, tras 17 años de matrimonio ahora anda diciendo que ella    siempre ha estado secuestrada por su marido, pero claro, nadie que los conozca    la cree. Pobre mujer. Está fatal.
Yo que la he visto durante tantos años    pregonando su amor a los cuatro vientos, presumiendo de su eterna felicidad,    de sus viajes, de las alegrías que compartían juntos. Incluso cuando algo se    les torcía, en los malos momentos, más felices decían ser. Y yo, que por    desgracia me he llevado más de un desengaño amoroso, he tenido que soportar su    altanería y soberbia, mofándose de mi desgracia mientras presumía de ser amada    por el hombre ideal. 
Yo le advertía que ese hombre no era    bueno para ella. Que era ruin y mezquino, pero Bety nunca me escuchó. “Ya    quisieras tú tener un hombre que te quiera tanto como el que tengo yo. A ti    ellos solo te quieren para aprovecharse de ti”. Me decía. 
Pasé tantos años advirtiéndole que al    final desistí. La dejé regocijarse en su gloria pasajera. Solo ella podía    darse cuenta del error que estaba cometiendo.
Años después, por fin terminó mi mala    suerte. Cesaron mis desengaños y comencé de nuevo a disfrutar. Ante mi gozo,    mi vecina llena de celos y envidia, comenzó a exigirle a su marido cada día    más y más, pero él, tan triste y    cicatero como siempre, siguió dándole a ella    exactamente lo mismo. Ni un cariño más ni uno menos, pero eso ya no era    suficiente. 
En los últimos tiempos ambos están muy    distantes. Casi no se hablan y ahora ha sorprendido a todos acusando a su    marido de secuestro continuado durante 17 años. Nadie se cree su rocambolesca    historia y la pobre, ante la incredulidad generalizada, va a acabar por perder    los nervios definitivamente. Pobre vecina Bety. Que desdicha la suya.
PD: No interpreten mal esto que les cuento.    El maltrato es un tema muy serio y delicado. Las mujeres que lo han sufrido lo    saben. Solo ellas saben la enorme valentía que hay que tener para denunciarlo.    Para enfrentarse a su agresor. Para recuperar su vida. Ante las mujeres    maltratadas que se atreven a denunciar a sus agresores me descubro, me quito    el sombrero y rindo sincero homenaje a su valentía y coraje. Son un ejemplo    para todas aquellas que no se atreven a hablar.
Pero existen otras mujeres como Bety, pocas pero    las hay, que aprovechan el sufrimiento de esas tantas mujeres maltratadas y    pisoteando ese tremendo dolor, denuncian a sus maridos    sin haber sufrido maltrato alguno, a base de    mentiras,  con la única intención de engañar a la justicia para que    expropien a sus maridos de la casa y las posesiones que comparten. Para estas    mujeres, nada. Solo silencio. Esas que traicionan el buen nombre de la mujer,    no se merecen ni siquiera mi    desprecio.
 
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