“Los Guillermos”, uno en la vanguardia y otro en la retaguardia, firmaron un partido antológico que no pasó inadvertido para ningún cronista nacional de la época, quienes tras esta soberbia actuación no dudaron en reclamar desde sus respectivos periódicos al seleccionador nacional, quien por cierto estaba en la grada aquella tarde, la inmediata internacionalidad de ambos jugadores, que recordemos, militaban en ese momento en la segunda división del fútbol español. Por si no lo habían deducido ya, hablamos de Guillermo Campanal y Guillermo Eizaguirre:
Hasta aquí digamos, los hechos agradables del partido, pues la batalla futbolística del ascenso terminó por convertirse en una auténtica batalla campal merced al coportamiento de “esa pacífica y admirable afición” que tanto cariño nos profesado siempre a los sevillistas.
Marín, capitan del Athlétic, recibe una falta y fruto de la impotencia del resultado adverso y la superioridad sevillista, no tiene otra ocurrencia más que irse directo a por el jugador sevillista y propinarle una patada sin el balón ya de por medio. Como era de esperar, el arbitro lo expulsa y la afición rival, sabedora que con aquella decisión el partido quedaba prácticamente finiquitado, explota en su desesperación viendo como se escapaba el título de campeón, y tal vez incluso el ascenso a primera, arremetiendo contra los jugadores sevillistas y el árbitro invadiendo el terreno de juego lanzandoles piedras y botellas:
Como saben, el partido terminó cero a dos y el sevillismo fué una fiesta celebrando por fin el ascenso a primera y el título de campeón de la segunda división. Lo habían conseguido. Ahora solo quedaba volver a Sevilla para seguir celebrándolo con el resto de sevillistas que habían vibrado con su equipo pegados al transistor y esperaban ansiosos a sus héroes y familiares para disfrutar juntos del ascenso.
(Continuará…)
Es que no puede ser...seguro que ya entonces éramos yonkis y gitanos.
ResponderEliminarSaludos rojiblancos
Saludos Les Corts y bienvenido a la blogsfera y a esta que también es su casa.
ResponderEliminarSin duda el "cariño" nos viene de lejos...
Un saludo.